lunes, 11 de mayo de 2009

quise dormir dentro de ti.


Estando contigo, mi amor, me olvido de quién soy, de cómo me llamo, de cuántos años tengo o de los zapatos que llevo. Abandono mi identidad y mi todo para estar a solas con tu alma, y dejo de preguntarme si esto será real o si será sólo un producto de la fábrica de mis sueños; para amarte. Todo se desvanece a nuestro alrededor; nada, ningún problema tiene sentido cuando me besas. Nunca creí en destinos ni horóscopos, me parecían un intento de controlar lo incontrolable, pero tuve que pactar una tregua con mis creencias e incredulidades - mujer de poca fe - el día que te vi por primera vez. Tenía que ser casualidad, y aún así, rezaba cada noche a lo que sea que me estuviera escuchando, que por favor, tú sintieras lo mismo.

Entonces, quise introducirme en ti como quien se mete en una cama en invierno: despacio al principio, porque las sábanas están heladas; pero una vez dentro, al sentir esa cálida sensación de comodidad, de encajar completamente con el colchón; es inigualable. Tardé un par de días en taparme con las sábanas, unas preciosas sábanas azules - el color tenía cierto parecido con el de tus ojos - que olían a tí, ese olor que me había imaginado tantas veces y que sólo alcanzaba a apreciar con exactitud en mis mejores sueños; y tras esos días, como en un colchón blando, me hundía más y más en el pozo del sentir, del amor más profundo que jamás había conocido. Por supuesto que al principio tenía miedo, es raro asaltar una cama ajena y que no te echen de buenas a primeras, pero , tú eras diferente. Tú me acogiste en tu suavidad y, si en algún momento me sentí perdida, me mostraste el rumbo, siempre brillante en tus consejos aunque no te dieras cuenta. LLevo casi siete meses sumergida en esta cama que constituye tu mente, tu alma. Casi un año enamorada, cautivada por estas sábanas azul claro que me dan las ganas de vivir, que me ayudaron cuando parecía que dentro de mí sólo había vergüenza y miedo, que me guiaron en las inseguridades, que compartieron mis alegrías y que secaron mis lágrimas. Todo este tiempo respirando tu olor y aún lo siento como algo novedoso, algo de lo que me gustaría impregnarme cada día sin excepción; así, me envuelvo en estas sábanas y tranquilamente, callo y caigo dormida. Es mi mejor refugio. Porque siento tu abrazo en esas sábanas, tu beso en la almohada, y cada noche, me siento más cerca de ti. Cada cierto tiempo, apareces. Te tengo al lado en tu versión - perfectamente - corpórea, y es entonces cuando todo se convierte en una espiral vertiginosa. La cama da vueltas y vueltas, se estira para permitirnos tener peleas de pies y batallas en las que el único arma son las cosquillas, y se encoge para que pueda tener la excusa perfecta para abrazarte y pegarme a ti, muy fuerte. Y entonces, te vas. Vienes con el tiempo justo de dejar tu olor en las sábanas, y entonces, el mismo tiempo me aleja de ti. Fueron segundos, y apenas lloro ya. En pocas ocasiones te ha devuelto a mí antes de lo debido.

A veces me aventuro a sacar la cabeza de la protección de las sábanas de esta cama, - y recuerdo cómo me tocas al acariciar las sábanas mi piel - y oigo risas, voces de amigos, tal vez vislumbro a algún profesor intentando hacer que su lección traspase la nebulosa que es mi cerebro, cuando aún estoy medio adormecida en tu aroma. Pero no tienen suerte conmigo. Ya no hay nada que hacer, la suerte me vino dada toda de golpe. Entre septiembre y octubre del año pasado, para ser más exactos. Y aún no ha habido nada ni nadie que consiga hacer que salga de esta cama. Me resigné en su momento a ser una enferma de amor, postrada para siempre en esta cama - dentro de tí - . Para muchos es una condena, esta inmovilidad. Para mí, es el mejor regalo del mundo. Y es que, desde el primer momento en que me metí en esta cama y decidí quedar recluida, en cautiverio; dentro de ella, fue el primer momento en mi vida en el que me sentí totalmente libre.


- Bruno, gracias por regalarme la libertad de amar, y el privilegio de sentirme amada.


Eres el regalo más perfecto que he recibido jamás; gracias por encontrarme, por hacer que mi vida parezca más fácil, por ayudarme en todo lo que puedes y por hacerme reír y llorar, todo a la vez. Gracias por comprender hasta mis "peros", por tu paciencia y tu aguante, por tus manos, por cómo me acarician, por tus abrazos. Gracias por todo lo que no nombro ahora, pero que ya sabes. Gracias, gracias, gracias.



Te amo con todas mis fuerzas. Nunca, jamás voy a separarme de tí, no me importan las circunstancias, no me importa ni siquiera estar muerta. Lo que nosotros sentimos va mucho más allá.

+iTunes: in this moment - when the storm subsides.

No hay comentarios:

Publicar un comentario